Seguidores

miércoles, 8 de abril de 2015

Dimes y diretes



Salieron asimismo de la inspiración popular, escueta y sin artificio, y conservan su chispa y donaire, algunas comparaciones que difícilmente un poeta podrá nunca igualar: oscuro como la boca de un lobo, duro como una piedra, sordo como una tapia (y eso que las paredes oyen), ojos como platos, borracho como una cuba, más bruto que un arado, más ligero que una centella, más limpio que una patena, más claro que el agua, más bueno que el pan, más fresco que una lechuga, más alegre que unas castañuelas, más listo que el hambre, más pesado que una vaca en brazos, más raro que un perro verde, más sucio que el palo de un gallinero, más largo que un día sin pan, más derecho que una vela, más contento que un niño con zapatos nuevos (o que unas pascuas), más vago que la chaqueta de un guardia, aburrirse como una ostra, comer como una lima (por alusión a la herramienta que hace lo propio con la madera)… Y fumar como un carretero, cuando los había, y pasar más hambre que un maestro de escuela (in illo tempore, aunque no hace tanto).

Y el zascandil con que terminábamos ayer: “¡zas, candil!”, se decía cuando alguien, por causa de una bronca o reyerta, apagaba el candil tirándolo al suelo. De ahí el hombre ligero, impaciente y enredador que no para ni se está quieto en ningún sitio, como si tuviera el baile de san Vito.

1 comentario: