El Tesoro de la lengua castellana o española, de Sebastián de Covarrubias, publicado en 1611, está considerado como el primer diccionario del español o castellano.
Si
la lectura de cualquier diccionario resulta de por sí útil, amena y provechosa
(los diccionarios, en contra de lo que se suele pensar, son libros deliciosos y
entretenidos, llenos de sorpresas, en los que puede uno descubrir mil cosas
insospechadas, tropezar con un sinnúmero de informaciones curiosas y adquirir
sin esfuerzo todo tipo de conocimientos), este de Covarrubias lo es aún más.
Por la frescura y originalidad de las definiciones, por el atrevimiento de las
etimologías –algunas de ellas ciertamente ingenuas-, por el acopio de
erudición, por el estilo y el lenguaje mismo en que está escrito…
Sirva
como botón de muestra la entrada correspondiente a la palabra ‘abril’. Después
de rastrear en latines etimológicos, enumera estos tres proverbios, y
reproduzco textualmente: “Por abril,
aguas mil”, porque en ese tiempo tienen necesidad del agua los panes, y las
plantas. “Marzo ventoso y abril lluvioso, sacan a mayo hermoso”, “Las mañanicas
de abril buenas son de dormir”; porque crece entonces la sangre con que se
humedece el cerebro y causa sueño.
Y
un par de ellos más: ‘abrazar’, un poco más arriba, definido hermosísimamente como “recoger
entre los brazos”, y, unas páginas más adelante, ‘acostar’, donde nos
informa de que “Es echarse en la cama para dormir, propiamente, echarse sobre
un lado. Teníase por cosa fea si ningún soldado, ni hombre que tuviese algún
cargo, se echase a dormir a pierna tendida, y los más cuidadosos dormían puesta
la mano en la mejilla y reclinado el codo sobre alguna cosa…”.
Sería más entretenido alimentarnos con las palabras del diccionario que atragantarnos con las del telediario.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, amigo Mariano.
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