
“Este año de 1963 oí el
primer canto del ruiseñor en la noche del domingo 21 de abril, pocos minutos
antes de las doce, exactamente. En estas cosas tan importantes, hay que
precisar, y el Times de Londres, que
es un diario especializado, entre otras muchas cosas, en dar la primera noticia
de haberse oído por primera vez el canto del ruiseñor en una u otra parte de
Inglaterra, da siempre la hora del maravilloso acontecimiento”.
El rey Felipe II, cuando se vio obligado, por razones de
la política, a vivir durante algún tiempo en Lisboa, echaba de menos en su
palacio “a los ruiseñores, aunque algunos pocos se oyen algunas veces de una
ventana mía”, según aseguraba en una carta enviada a su hija en 1581, dejando
así constancia de esa melancolía real.
Y el poeta John Keats le invocaba de este modo en su Oda a un ruiseñor:
¡Oh, pájaro inmortal, no has nacido para la
muerte!
Escuché los cantos de los ruinseñores cuando era chiquillo, ahora un mirlo a las cinco de la mañana entona de memoria una alegoría musical.
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