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martes, 9 de junio de 2015

El lenguaje del fútbol: resonancias bélicas y ruido militar

Siempre me han llamado la atención las resonancias bélicas del lenguaje del fútbol y la afición de los comentaristas deportivos por los términos de raigambre más o menos descaradamente militar.
El portero es el ‘arquero’ (soldado que peleaba con arco y flechas) o el ‘cancerbero’ (en la mitología griega, el perro de tres cabezas que guardaba la puerta de los infiernos).
Por delante del portero se sitúa la defensa, que, por lo general, es ‘aguerrida’, contundente y expeditiva. Destacan en ella los dos centrales, que han de ser altos para dominar los balones aéreos –de ahí que se les llame a menudo ‘las torres’–; con frecuencia, uno de los dos ejerce como ‘mariscal’ del área. Los laterales, por su parte, deben ser 'incisivos' y 'punzantes' en sus subidas al ataque por las bandas. Si todos estos requisitos se cumplen, los delanteros del equipo contrario se encontrarán frente a un ‘valladar’, un ‘bastión’, un ‘baluarte’ o una 'muralla' inexpugnables.
A los medios o centrocampistas se les pide que sean mordientes y expertos en labores de ‘zapa’, y que sepan bregar tanto en las labores de destrucción, las defensivas, como en las de construcción, las ofensivas –o sea, que sean ‘todoterrenos’. Son además los encargados de iniciar las ‘maniobras’ de ataque, y entre ellos se distribuyen asimismo las tareas de ‘motor’, ‘pulmón’ y ‘cerebro’ del equipo.
La misión de los extremos –finos ‘estiletes’ se le llama a veces– es penetrar por los flancos o bandas a fin de ‘desarmar’ la defensa rival, ‘bombear’ balones al área e intentar el ‘pase de la muerte’ para que el delantero centro, el ‘ariete’ (máquina militar antigua para acometer murallas), logre ‘batir’ al guardameta o ‘perforar’ la portería contraria impulsando el esférico hasta el fondo de la red. Al delantero centro, que constituye la ‘punta de lanza’ del ataque, si es fornido y arrasa con todo, se le denomina ‘tanque’ (y hasta hubo uno muy nombrado, alemán del Bayern de Múnich, al que se le conocía como “Torpedo” Muller). Como los delanteros o atacantes, los ‘artilleros’, suelen ser tres, se les otorga, si son temibles por su voracidad goleadora, el sobrenombre de ‘tridente’ (arpón de tres puntas). Una cualidad indispensable de todo buen atacante es ser un ‘cañonero’ con buena ‘puntería’ para ‘dar en el blanco’. (Y “Cañoncito Pum” era el sobrenombre con que se conocía a Puskas, aquel legendario delantero húngaro de mediados del siglo pasado.) 
Los ‘tiros’ o ‘disparos’ a la portería contraria, para que tengan efecto y sean ‘letales’, han de ser no solo ‘potentes’, sino auténticos ‘cañonazos’, o ‘trallazos’, o ‘zambombazos’, lanzados con la fuerza y precisión de un ‘obús’ o de un ‘misil’.
Cuando el disparo es imparable o se efectúa ‘a boca de cañón’, es decir, ‘a quemarropa’, el autor del gol suele ‘fusilar’ al portero.
También hay ‘tiros’ libres y ‘penas máximas’ o ‘máximos castigos’ (los penaltis).
El equipo (la ‘escuadra’), que tiene un ‘capitán’, es dirigido desde el ‘foso’ por el entrenador (el técnico), que es el encargado de formar la alineación y de diseñar tanto la ‘estrategia’ como la ‘táctica’ del choque. Cuando las cosas van bien, lo normal es que ordene un ‘repliegue” de las líneas, o incluso que el equipo se ‘atrinchere’ en la propia ‘zona de contención’; y si van mal y es necesario atacar, se verá obligado a disponer lo contrario, ‘adelantar líneas’ con el fin de desplegar todo el ‘arsenal’ ofensivo y mantener un ‘asedio’ o ‘asalto’ constante a base de ‘bombardeo’ de balones sobre el área enemiga. Cualquier cosa antes que quedar ‘desarmado’ o con las ‘líneas de retaguardia’ desguarnecidas.
Lo primero que suele inculcar el entrenador a sus pupilos es que al campo se ha de salir ‘a muerte’, esto es, a ‘luchar’ y morir si es preciso defendiendo los colores, y para ello se ha de ‘presionar’, ‘estrangular’ o ‘vapulear’ al rival hasta vencerlo, derrotarlo, aplastarlo o arrollarlo. Claro que hay equipos a los que no resulta fácil ‘doblegar’, sobre todo si juegan en casa y han conseguido hacer de su campo un ‘fortín’, una ‘fortaleza’ o un ‘reducto’ inexpugnables.
No resulta de este modo extraño que se hable luego de ‘héroes’, ‘gestas’, ‘hazañas’ y ‘victorias históricas’ (también de ‘traumáticas derrotas’), y tampoco que a lo largo del encuentro se produzcan en más de una ocasión ‘refriegas’ y ‘batallas campales’, convirtiéndose el terreno de juego en un auténtico ‘campo de batalla’.
Los equipos compiten en ‘torneos’, y en algunos de ellos se suelen distribuir en grupos; si el grupo en el que uno ha quedado emparejado es muy fuerte y competitivo, se dice que le ha tocado ‘el grupo de la muerte’.
Por otro lado, el equipo que no puede contar con todos sus ‘efectivos’ –por lesión o sanción casi siempre– afronta el ‘choque’ decisivo con la desventaja de sufrir importantes ‘bajas’ (y el problema se agrava si esas bajas afectan a la 'artillería pesada', o sea, a los mejores delanteros, los que juegan 'en punta').
Y, finalmente, todos los equipos que se las den de tales han de contar con su ‘vieja guardia’ de veteranos, la ‘guardia pretoriana’ de los emperadores romanos que, traducida al fútbol, equivale a los pesos pesados del vestuario.

1 comentario:

  1. David, manda un correo a Julio César, seguro te nombra cronista oficial para otra guerra de las Galias.

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