Siempre
me han llamado la atención las resonancias bélicas del lenguaje del fútbol y la
afición de los comentaristas deportivos por los términos de raigambre más o
menos descaradamente militar.
El
portero es el ‘arquero’ (soldado que peleaba con arco y flechas) o el ‘cancerbero’
(en la mitología griega, el perro de tres cabezas que guardaba la puerta de los
infiernos).
Por
delante del portero se sitúa la defensa, que, por lo general, es ‘aguerrida’,
contundente y expeditiva. Destacan en ella los dos centrales, que han de ser
altos para dominar los balones aéreos –de ahí que se les llame a menudo ‘las
torres’–; con frecuencia, uno de los dos ejerce como ‘mariscal’ del área. Los
laterales, por su parte, deben ser 'incisivos' y 'punzantes' en sus subidas al
ataque por las bandas. Si todos estos requisitos se cumplen, los delanteros del
equipo contrario se encontrarán frente a un ‘valladar’, un ‘bastión’, un ‘baluarte’ o una 'muralla' inexpugnables.
A
los medios o centrocampistas se les pide que sean mordientes y expertos en
labores de ‘zapa’, y que sepan bregar tanto en las labores de destrucción, las defensivas,
como en las de construcción, las ofensivas –o sea, que sean ‘todoterrenos’. Son
además los encargados de iniciar las ‘maniobras’ de ataque, y entre ellos se
distribuyen asimismo las tareas de ‘motor’, ‘pulmón’ y ‘cerebro’ del equipo.
La
misión de los extremos –finos ‘estiletes’ se le llama a veces– es penetrar por
los flancos o bandas a fin de ‘desarmar’ la defensa rival, ‘bombear’ balones al
área e intentar el ‘pase de la muerte’ para que el delantero centro, el ‘ariete’
(máquina militar antigua para acometer murallas), logre ‘batir’ al guardameta o
‘perforar’ la portería contraria impulsando el esférico hasta el fondo de la
red. Al delantero centro, que constituye la ‘punta de lanza’ del ataque, si es
fornido y arrasa con todo, se le denomina ‘tanque’ (y hasta hubo uno muy
nombrado, alemán del Bayern de Múnich, al que se le conocía como “Torpedo” Muller). Como
los delanteros o atacantes, los ‘artilleros’, suelen ser tres, se les otorga,
si son temibles por su voracidad goleadora, el sobrenombre de ‘tridente’ (arpón
de tres puntas). Una cualidad indispensable de todo buen atacante es ser un ‘cañonero’
con buena ‘puntería’ para ‘dar en el blanco’. (Y “Cañoncito Pum” era el
sobrenombre con que se conocía a Puskas, aquel legendario delantero húngaro de
mediados del siglo pasado.)
Los
‘tiros’ o ‘disparos’ a la portería contraria, para que tengan efecto y sean ‘letales’,
han de ser no solo ‘potentes’, sino auténticos ‘cañonazos’, o ‘trallazos’, o ‘zambombazos’,
lanzados con la fuerza y precisión de un ‘obús’ o de un ‘misil’.
Cuando
el disparo es imparable o se efectúa ‘a boca de cañón’, es decir, ‘a quemarropa’,
el autor del gol suele ‘fusilar’ al portero.
También
hay ‘tiros’ libres y ‘penas máximas’ o ‘máximos castigos’ (los penaltis).
El
equipo (la ‘escuadra’), que tiene un ‘capitán’, es dirigido desde el ‘foso’ por
el entrenador (el técnico), que es el encargado de formar la alineación y de diseñar tanto
la ‘estrategia’ como la ‘táctica’ del choque. Cuando las cosas van bien, lo
normal es que ordene un ‘repliegue” de las líneas, o incluso que el equipo se ‘atrinchere’
en la propia ‘zona de contención’; y si van mal y es necesario atacar, se verá
obligado a disponer lo contrario, ‘adelantar líneas’ con el fin de desplegar
todo el ‘arsenal’ ofensivo y mantener un ‘asedio’ o ‘asalto’ constante a base
de ‘bombardeo’ de balones sobre el área enemiga. Cualquier cosa antes que
quedar ‘desarmado’ o con las ‘líneas de retaguardia’ desguarnecidas.
Lo
primero que suele inculcar el entrenador a sus pupilos es que al campo se ha de
salir ‘a muerte’, esto es, a ‘luchar’ y morir si es preciso defendiendo los
colores, y para ello se ha de ‘presionar’, ‘estrangular’ o ‘vapulear’ al rival
hasta vencerlo, derrotarlo, aplastarlo o arrollarlo. Claro que hay equipos a
los que no resulta fácil ‘doblegar’, sobre todo si juegan en casa y han
conseguido hacer de su campo un ‘fortín’, una ‘fortaleza’ o un ‘reducto’
inexpugnables.
No
resulta de este modo extraño que se hable luego de ‘héroes’, ‘gestas’, ‘hazañas’
y ‘victorias históricas’ (también de ‘traumáticas derrotas’), y tampoco que a
lo largo del encuentro se produzcan en más de una ocasión ‘refriegas’ y ‘batallas
campales’, convirtiéndose el terreno de juego en un auténtico ‘campo de batalla’.
Los
equipos compiten en ‘torneos’, y en algunos de ellos se suelen distribuir en
grupos; si el grupo en el que uno ha quedado emparejado es muy fuerte y
competitivo, se dice que le ha tocado ‘el grupo de la muerte’.
Por
otro lado, el equipo que no puede contar con todos sus ‘efectivos’ –por lesión
o sanción casi siempre– afronta el ‘choque’ decisivo con la desventaja de
sufrir importantes ‘bajas’ (y el problema se agrava si esas bajas afectan a la 'artillería pesada', o sea, a los mejores delanteros, los que juegan 'en punta').
Y,
finalmente, todos los equipos que se las den de tales han de contar con su ‘vieja
guardia’ de veteranos, la ‘guardia pretoriana’ de los emperadores romanos que,
traducida al fútbol, equivale a los pesos pesados del vestuario.
David, manda un correo a Julio César, seguro te nombra cronista oficial para otra guerra de las Galias.
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