De la misma manera que en una mercería los hay de muchos
y variados colores, en la tienda de palabras del diccionario podemos
encontrarlos también de muy diferentes y sutiles formas y texturas: un hilo de
agua, un hilo de voz, un hilo de luz… Están también allí el hilo del
pensamiento, y el hilo de la conversación, y el hilo del relato (también
llamado el hilo argumental): los tres se pueden perder si uno se distrae, y
cuesta a veces seguirlos si se enredan un poco, pero al final, aunque sea con
un gran esfuerzo o con la ayuda ajena, suelen encontrarse. No ocurre así con el
hilo de la vida, que sigue siempre su curso irreversible, y es tan fino que si
se rompe nadie lo ha podido nunca volver a anudar. Peor aún resulta cuando se
estira y se pone tenso: la vida pende de un hilo, decimos entonces, y ya solo
nos queda en esas circunstancias aferrarnos al último y más delicado y
resistente, que es el hilo de la
esperanza.
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