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jueves, 21 de mayo de 2015

Los entremeses y el vermut

Sucede  a veces que, entre lo que uno dice y lo que el otro entiende, hay, como quien dice, un buen trecho.
Trecho que se presta a la interpretación, el equívoco, la confusión, la divergencia, el malentendido…
Viene esta reflexión a cuento de lo que hace años me ocurrió en clase al hablar de Cervantes, más concretamente, de los entremeses que compuso. Les expliqué a los alumnos lo que eran (“representación de risa y graciosa, que se entremete entre un acto y otro de la comedia para alegrar y espaciar al auditorio”, los define Covarrubias en su Tesoro de la lengua castellana, del que ya se habló aquí), les señalé que el autor del Quijote había contribuido como nadie a popularizarlos, les anoté en la pizarra los tres de más renombre (El retablo de las maravillas, La guarda cuidadosa y La cueva de Salamanca) y les leí algún fragmento de uno de ellos.
Debí también de recurrir a la etimología de la palabra (por vía directa del catalán entremès o del francés entremets, pero ambas procedentes del latín intermissus, participio del verbo intermittiere, ‘intercalar’) y, para hacérselo todo más llano y comprensible, a la comparación con la otra acepción del término, la gastronómica o culinaria, que guarda con la literaria un gran parecido, y más en la propia época de Cervantes, cuando los entremeses, a diferencia de lo que ahora sucede, se ponían en las mesas para picar de ellos mientras se servían los platos principales.
Y aquí se cumplió lo que decía al principio y sobrevino el malentendido, fruto inocente de la libre interpretación –y que me hizo replantear incluso la conveniencia del método explicativo–, cuando un alumno aseguró luego en el examen, textualmente y sin rodeos, que Cervantes había inventado el vermut.  


1 comentario:

  1. El alumno toma la palabra del maestro para contar en el examen que el vermut alegraba al auditorio, y no iba muy descaminado.

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